Por Ronald Morales
A riesgo de ser profesionalmente criticado, pues se espera que el periodista sea tan objetivo como sea posible en sus notas, me resultó casi doloroso ver la cobertura de los medios nacionales sobre el concierto que la banda californiana Megadeth ofreció ayer. Que quede claro que aunque me conté entre las 14 mil personas que se estima ayer vieron el sol surgir al este y acostarse en el oeste mientras los nacionales de Sight Of Emptiness calentaban al público, no escribo hoy para alabar a los fans ni al concierto sino porque siento que una crónica de un concierto que convocara tantos espectadores merece un mejor esfuerzo que lo visto hoy en los medios nacionales.
Aunque el periódico La Nación les dedicó la portada de su segmento Viva a los estadounidenses, la crónica en sus páginas interiores no pasa de ser promedio. El periódico Al Día por su parte publicó una crónica corta y una nota de relleno y el Diario Extra no se dio por enterado de lo ocurrido. Los canales nacionales Teletica Canal 7 y Repretel Canales 6 y 11 tampoco. En el concierto vi una cámara de Canal 13, ignoro si se presentó información alguna. Aquí presento mi crónica, sometida a juicio de quienes la lean, como una pequeña muestra de respeto a los aficionados, seguidores y participantes del evento.
Oxídense en paz:
la espera sobre las vías del tren
Hace 18 días un grupo de 4 fans de Megadeth decidieron que era hora de ir a encontrarse con el muro que los mantuvo alejados de su objetivo último hasta ayer en la noche. Los conocimos por televisión y ayer se perdieron entre la gente que se presentó en La Guácima. Ellos no tuvieron que esperar en la vía del tren hacia Puntarenas caída en desuso.
A su espalda la fila de camisetas negras se extendía hasta un recodo donde en el piso se veían los durmientes de la ruta ferroviaria. El sol ya estaba ahí, pero para quien mirara desde la distancia la sombra se había apostado sobre el hierro y las piedras: hasta donde se podía ver con claridad la ruta estaba cubierta de negro.
Acomodados de la manera en que mejor fuera posible los seguidores se sentaban en los rieles, un hombre en posición fetal recostaba su cabeza y sus pies en ambos trozos continuos de metal con restos de óxido. Era La Guácima de Alajuela, temprano en la mañana, con el sol brillando con fuerza pero ese hombre lucía sobre su camiseta del disco Youthanasia una chaqueta de mezclilla. No lo vi más, él nunca me vio a mí. Qué ironía ver a ese hombre, joven aún en tal situación por elección propia, luciendo su camiseta de la agrupación con orgullo. Youthanasia es el sexto disco de la banda y su nombre es un juego de palabras entre youth que significa juventud y euthanasia, la controversial práctica de la “buena muerte” según el origen griego del término.
Cuando salió al mercado, Youthanasia alcanzó el estatus de disco de oro en sólo 30 minutos en Canadá. En sólo media hora desde que ocupamos un puesto en la fila, el final de esta se había alejado tanto que estábamos ahora cerca del medio. Para que dentro de unas horas fueran a reunirse allí 14 mil personas, el lugar lucía desierto. Amplios lotes a ambos lados, un silencio respetado por todos mientras algunos aún dormían y el viento que imperó siempre acompañó a los que aguardaban. Había polvo por todo lado, traído hasta la ropa negra lograba teñirla de un tono café como el de una fotografía antigua.
Cuando alguien palmeaba a otro en la espalda, el polvo salía de su camiseta. En cámara lenta hubiera sido una escena perfecta para una película de guerra. Tan extraño como pueda parecer, con el tiempo, las rocas del suelo se volvían más cómodas que el mismo riel sobre el cual se había acomodado la mayor parte del público. Muchos de ellos buscaban como dormir, recostarse y principalmente cubrirse del sol mientras sus amigos y algunos compañeros de la fila vigilaban.
Las condiciones parecían ir empeorando. Entre el polvo que se mezclaba en las cabelleras, algunas largas y otras cortas, de los presentes que aunado al calor imponente y el cansancio que empezaba a acumularse hacía que aquel mar negro diera una prueba silenciosa y no presenciada de devoción hacia 4 californianos que se coronan como la banda más política del heavy metal mundial. Había bolsas de basura, otras llenas de comida y los refrescos no parecían ser suficientes nunca ni estar fríos para refrescar a la afición. Las cervezas si eran suficientes, para algunos más de las necesarias pues a los lados de las vías a Puntarenas dormían su sopor etílico tras caer dormidos sobre las rocas. Y ahí estaba la estampa café como en una vieja fotografía, ahí estaba el sol reclamando su lugar en el recuerdo de un solo organismo humano que más tarde cantaría el nombre de otra estrella: Polaris, la Estrella del Norte. Y estaban los rieles, también con un tono café sea por el polvo, sea por el óxido.
Y estaba la basura tirada a ambos lados y entre todos, estaba la gente necesitada de servicios sanitarios que no estaban disponibles en las afueras de La Guácima más allá de dos inodoros portátiles cerca de la entrada y una casa donde se podía pagar 500 colones por hacer uno de las facilidades. En una enorme mayoría de público masculino, los lotes aledaños eran ideales para orinar. No había basureros cerca y los inodoros portátiles estaban muy lejos como para que la gente que guardaba celosamente su lugar en la fila, algunos de ellos solos, pudiera ir a utilizarlos. Sin vigilancia de la organización o de la policía local, ¿se les puede culpar?
Lo cierto es que la fila se levantó casi al unísono para empezar a marchar. Al principio lentamente avanzando unos pocos metros o menos cada una o dos horas y volviendo al estado anterior. Luego ocurrió algo particular, mientras que la fila parecía avanzar más bien se compactaba y aunque nadie había entrado aún, la puerta se veía más cerca. Pasó otra hora sin moverse la fila hasta que se abrieron las puertas. En palabras de un amigo después de entrar y consumir agua fría y comida caliente con baños públicos a disposición, seguridad y algunas otras comodidades: “Parece que la fila en las vías del tren fue hace 2 días”.
Al ocupar un lugar en la localidad correspondiente y caer al suelo teniendo un lugar asegurado, el cielo azul límpido ribeteado por nubes en jirones y el sol dando lugar a la expectación de Polaris era el inicio de la recompensa a la espera. Con algunos atrasos, la aparición de Don Stockwell y una coloquial representante de la organización finalmente la orden de lanzar la intro se presentó en La Guácima teñida de negro. El viento estaba ahí, el polvo parecía tener prohibida la entrada ya la fotografía no era café ni vieja, estaba revitalizada.
Los teloneros de Sight Of Emptiness, locales y aparentes abanderados del Black Metal en Costa Rica, cumplieron su función pues el público los recibió con entusiasmo la mayoría y con verdadera alegría algunos de ellos. Con respuestas a sus canciones y el movimiento de las cabelleras de los presentes, inició el concierto tan esperado. No le pregunté, pero seguramente a mi amigo ya le parecía que habían pasado 3 días desde que nos recostamos en las vías del tren a esperar. Cuando Sight Of Emptiness se retiró, escuché a un fan de Megadeth emitir un comentario que bien podría ser el epitafio en la tumba de aquel recuerdo colectivo: “Ahora sí, que venga Megadeth porque esto ha sido un tren de consecuencias”. Hacía referencia a la canción Train Of Consequences del disco Youthanasia, el mismo de la camiseta del joven en posición fetal asombrosamente sobre las vías del tren.
Técnicamente, hubo problemas al inicio. El volumen del micrófono de Dave Mustaine, guitarrista, cantante, fundador y el alma de Megadeth estaba muy bajo y era difícil escucharle. Sin embargo, el público coreaba las piezas. La banda inició con la instrumental Dialectic Chaos de su disco más reciente, Endgame. Le siguió This Day We Fight (En este día luchamos) Pero el salto en el tiempo se dio enseguida con la aparición de In My Darkest Hour (En mi hora más oscura) la cual se dice trata sobre una conflictiva relación personal que vivió Dave Mustaine y cuya música fue inspirada por la muerte del bajista de Metallica Cliff Burton. En aquel momento, el casi siempre callado Mustaine se dirigió a la afición preguntando si sabían porque estaban allí. Ante la respuesta positiva, el grupo lanzó el álbum Rust In Peace (Oxídense en paz) completo al público que a pesar de que no podían escuchar cantar al vocalista coreaban todas las canciones. De igual manera otro problema técnico fueron las pantallas colocadas a ambos lado del escenario pues los camarógrafos enfocaban al músico que no estaba haciendo un solo o incluso encuadraba lejos de la acción.
Así fue como los temas del mítico álbum se sucedieron uno al otro. Holy Wars… The Punishment Due (Guerras santas… el castigo merecido), Hangar 18, Take No Prisoners (No tomen prisioneros), Five Magics (Cinco Magos, tema nunca antes tocado en vivo hasta el inicio de la gira actual), Poison Was The Cure (El veneno era la cura), Lucretia (la historia de un fantasma que vive en el ático de Mustaine) y Tornado Of Souls (Tornado de las Almas, que se refiere a salir de una relación disfuncional).
En este punto fue que finalmente la producción arregló el problema de los bajos niveles del micrófono de Dave Mustaine. Tras la intervención de un aficionado que se subió al escenario y que provocó, junto al problema de sonido, una demora tensa de 5 minutos eternos, y los cánticos siempre presentes de “¡Megadeth! ¡Megadeth! ¡Megadeth!” y “¡Oe, Oe, Oe, Mustaine, Mustaine!” la banda regresó con sólo el baterista Shawn Drover y el bajista David Ellefson en el escenario para interpretar Dawn Patrol (Patrulla del amanecer) y terminar el álbum completo con Rust In Peace… Polaris (Oxídense en paz… Polaris, que trata sobre el misil balístico intercontinental con el nombre Polaris y una protesta antes los ataques con armas nucleares).
Para el final del concierto, con toda la banda de nuevo sobre el escenario, el sonido fue perfecto y la energía enorme. Regresando a su nuevo álbum, la banda interpretó los temas Headcrusher (Aplastacabezas, que hace referencia a un dispositivo de tortura usado en la época medieval) y el tema The Right To Go Insane (El derecho de volverse loco, tema que aborda la locura de un ciudadano normal por preocupaciones financieras y estrés). Para la despedida Megadeth lanzó varias de sus piezas más emblemáticas.
Inició con A Tout Le Monde (A todo el mundo) que narra las palabras que dirige un hombre durante sus últimos momentos de vida y seguido por la reconocidísima Symphony Of Destruction (Sinfonía de la Destrucción) que cuenta como un hombre es corrompido por el poder. Coreadas a más no poder, A Tout Le Monde arrancó lágrimas del público y Symphoy Of Destruction fue respondida por unos seguidores que entonaban el coro de “Megadeth, Megadeth, aguante Megadeth” al ritmo de la canción. Luego de estas el baterista Drover arrancó con Trust (Confianza) y el cierre llegó con Peace Sells… But Who’s Buying? (La paz se vende… ¿pero quién la compra?).
El aplauso y los cánticos despidieron a la mítica banda que antes de irse a los vestuarios interpretó un pequeño extracto de Holy Wars… The Punishment Due. Con eso las horas sobre la vía del tren, el calor y el cansancio se desvanecían y el público agotado pero satisfecho se retiraba a sus hogares con el placer de haber escuchado el disco más emblemático de la banda completo y los clásicos infaltables.
Tras lograr salir de La Guácima en el autobús que nos transportaba, en un último giro de la ironía que empezó con aquel hombre sobre las vías del tren, un mal giro del conductor nos llevó de nuevo a las vías férreas. Ahí estaban las bolsas de basura, la comida que quedó atrás y el viento seguía arrastrando el polvo sobre ellas. Pero ya no era una fotografía vieja, sino que al igual que aquellos en el concierto lucía negro y tranquilo, deseando un descanso duradero mientras aquel metal en ese momento frío esperaba bajo la Estrella del Norte que llegara su hora de oxidarse en paz.
MEGADETH SON:
DAVE MUSTAINE: VOZ Y GUITARRA
CHRIS BRODERICK: GUITARRA
DAVID ELLEFSON: BAJO
SHAWN DROVER: BATERÍA
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